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Independientemente
de conocer (como es mi caso) o no a la autora de este libro, si te lo
encuentras en las estanterías de una librería, cuanto menos le echas un
vistazo, pues ese título doble “Las damas de la gran fábrica/ El secreto del
convento”, en principio es sugerente.
Cuando
te vas adentrando en su lectura, inmediatamente te introduces en una novela
romántica, pues tiene todos los ingredientes de ese movimiento literario que se
produjo en España en la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo la escritora
es actual. Entonces te planteas una reflexión: ¿Es una reencarnación de una
escritora romántica o influida por la lectura de esa época ha decidido escribir
este libro con el fin de reivindicar ese movimiento?
La
descripción de la gran fábrica, lugar lúgubre, frío, húmedo, oscuro en el que
se mueven personajes insatisfechos, temerosos y famélicos, abocados al suicidio,
que buscan un futuro incierto, parece más bien un lugar extraído de la época
medieval. Personajes que deben trabajar a destajo horas y horas bajo la amenaza
de fuertes castigos. Son mujeres las trabajadoras que realizan el trabajo más
infrahumano. Los hombres se limitan a llevar la mercancía para ser
manufacturada. Las mujeres están relegadas a la oscuridad y la humedad. Ni
siquiera tienen la fortuna de disfrutar unos minutos de la luz del sol. Y
paralelamente a esta narración aparece la protagonista, María, una mujer
desahuciada socialmente, simplemente por el hecho de que un hombre abusara de
ella. Tuvo un hijo producto de esa violación. Fue separada de su hijo durante
muchos años y al final ese hijo, que se había ordenado sacerdote, apareció en
la fábrica para recuperar a su madre.
Tanto
las descripciones de los lugares: la fábrica, la ciudad de Salamanca… como los
personajes y la historia que narra la novela están cargados de rasgos
románticos. Es propio de estos escritores tanto manipular la naturaleza de
acuerdo a sus propios sentimientos como tratar la melancolía y la tragedia en
sus escritos.
Respecto
al estilo no exento de anacronismos, como el uso del neón en una época en la
que no se había inventado y la abundancia de casos de laísmo y coloquialismos
que aparecen en la narración, pueden ser producto bien de la fantasía e
imaginación de la autora para dejar en un segundo plano la realidad simple y
llana o bien usar el lenguaje coloquial y no académico a modo de rebeldía en
búsqueda de esa libertad creadora, alejándose de la norma académica.
Alude
a la mitología vasca, señalando el eguzkilore
o describiendo esos seres de leyenda las
lamias de las que nos habla también Dolores Redondo en su trilogía sobre el
Baztán. Esto se puede justificar por la influencia que tiene la propia
escritora tras muchos años de vivir en el País Vasco.
En
cuanto a la segunda parte titulada “El secreto del convento” forma más bien
parte de la hagiografía. Esto resulta
curioso ya que actualmente pocos son los escritores que tienen la
valentía de tratar este tema, tal vez sea porque ya está todo escrito o bien por
la escasa aceptación de este tipo de lectura. Centra la mayor parte de la historia en el milagro de la Virgen del
Tránsito. La autora hace una descripción detallada de la vida monacal de las
hermanas clarisas. Dicha narración indica que la autora se ha documentado
minuciosamente tanto con sus conversaciones con las monjas como con la
recopilación de datos al respecto. Aunque tiene un escaso valor literario, sí es
verdad que hace un homenaje a la tradición religiosa de los zamoranos.
En
conclusión, debo señalar el valor de una escritora que ha empezado a escribir
en el otoño de su vida, y que tras su segundo libro publicado empieza a
cautivarnos con sus escritos.