Cuando la Parca se empeña en cerrar
los ojos a alguien que ama la vida, que disfruta de su entorno formado por su
mujer, sus hijos, sus nietos, sus familiares, sus amigos y paisanos, nada
podemos hacer para evitarlo. Pero por qué la vida es tan cruel con personas
como Salomón, que se lo ha llevado sin previo aviso. No en vano estuve con él
tan solo tres días antes de ser ingresado, con su botellita de agua en la mano,
por prescripción médica porque tenían que operarlo. Le pregunté y sin
importancia alguna me dijo que tenía que pasar por quirófano, pero que en unos
días volvería como nuevo. Estoy segura que no se imaginaba ni por asombro que
tenía sobre él la espada de Damocles. Bromeamos como siempre y más ese día en
el que solo bebía agua, normalmente compartíamos un verdejo en la barra del
bar, de pie, claro. Nunca lo vi sentarse en ninguna mesa. Iba y venía siempre
acompañado porque su carácter hacía que todos fuéramos sus amigos. Tenía muchas
pandillas. Tómate algo, le decía cuando coincidía con él. No, que vengo con
estos, me contestaba. Otras veces se adelantaba y cuando quería pagar mi
consumición alguien me había invitado. Por supuesto había sido él. ¿Quién iba a
ser?
Hace ya la friolera de 40 años cuando
entré en contacto con él. Yo estaba en la Universidad y un verano me dijo. Oye
¿Te gustaría trabajar con nosotros? Él había sido destinado a Salamanca con
entonces su empresa Dragados y Construcciones, porque tenían una obra
importante que realizar en Salamanca. Tras convencer a mi padre, que se negaba
a que trabajara en nada antes de acabar mis estudios, le dije que sí. Como
tenía las clases por la mañana, iba a su
oficina por las tardes. El trabajo era muy simple: coger el teléfono, llamar a
los subcontratistas, hacer las facturas y poco más. Pero mi relación con
Salomón fue magnífica. Siempre estaba de buen humor. Jamás lo vi enfadado ni
siquiera preocupado por nada, a pesar de que aquella obra le acarreó muchos
quebraderos de cabeza. Con esa actitud descubrí que era una persona muy
especial: cariñoso, generoso, imprescindible en su trabajo, simpático y buena
gente.
De ahí que su muerte me haya provocado
un sentimiento de tristeza enorme. Siempre sientes las partidas de la gente que
quieres, pero algunas más que otras. Nunca pensé que la de Salomón iba a ser
tan triste para mí. Será que ha sido muy inesperada o que realmente le tuviera más cariño del que
pensaba.
No puedo imaginar los momentos de
chateo en mi pueblo sin la presencia de Salomón, formaba parte de ese paisaje.
Estoy segura de que sin quererlo seguiremos viéndolo de un lugar a otro tomando
sus “cacharros”.
Formará parte de esas personas que son
eternas y que a pesar de marcharse físicamente, siempre quedará su espíritu
pululando por nuestro pueblo y de manera indeleble en nuestros corazones.