lunes, 16 de junio de 2008

Lost in translation

Por sysifus

Debió de existir una época en la que cualquier traducción, si iba a quedar registrada en papel, estaba avalada por un trabajo medianamente serio. Lo cierto es que hoy, inmersos en un tiempo en el que las letras impresas con tinta son minoría, y los canales de información son tan vastos que los datos apabullan más de lo que enriquecen, las traducciones académicas son, en ocasiones, lujos prescindibles en aras de la rapidez o la economía.

La traducción, cuando es buena, es un arte. Si usted lee a Herman Melville en castellano, recuerde que alguien se ha encargado de plasmar, usando la lengua de Cervantes, la obra del neoyorquino. No se trata simplemente de cambiar cada palabra por su correspondencia: eso puede hacerlo una máquina programada adecuadamente. Comprobemos cómo se defiende la aplicación Google translator con las primeras frases de "Moby Dick":

Call me Ishmael. Some years ago -never mind how long precisely- having little or no money in my purse, and nothing particular to interest me on shore, I thought I would sail about a little and see the watery part of the world.

La versión en español que obtenemos, reproducida a continuación, es un tanto jocosa y en parte incomprensible, siendo especialmente significativa la equivalencia propuesta para la expresión "I thought I would sail about a little". No obstante, según mi experiencia, podría haber sido bastante peor:

Llámame Ishmael. Hace algunos años -no importa cuánto tiempo- precisamente tener poco o ningún dinero en mi bolsillo, y nada de particular interés para mí en tierra, yo pensé que vela sobre un poco y ver la parte líquida del mundo.

Afortunadamente el mundo literario sigue contando con traductores de verdad. Pero media un abismo entre la pulcritud de la producción novelística y los demenciales folletos de instrucciones para aparatos de bajo coste fabricados en países lejanos. Y entre las dos orillas nos encontramos con traducciones que dan el pego, pero que esconden algo tras su apariencia de corrección. Son textos minados, tanto por estar deteriorados frente al original, como por ocultar bombas en forma de pifias por doquier. El lector, ante documentos de esta índole, ha de defenderse también por partida doble: identificando posibles errores y evitando contagiarse con esquemas incorrectos. En entradas futuras nos ocuparemos, si las circunstancias no lo impiden, de desarrollar algunos aspectos relacionados con este tema.

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