lunes, 1 de agosto de 2011

Un ejemplo a imitar: Superávit municipal

Por Ángeles Álvarez Moralejo

Érase una vez una pequeña aldea, tan pequeña es que sólo tiene tres calles: la Mayor, la del Medio y la Alta, intercomunicadas por una vía secundaría, la calle del Horno. Tan austero es que, incluso, sus calles se identifican bien por la ubicación o bien por el establecimiento donde históricamente se elaboraba el sustento básico para su humilde población: el pan.


Aunque el censo de población establece que tiene 79 habitantes, la realidad es otra, pues supongo que no llegará a la veintena durante esos crudos inviernos en los que el hielo, la nieve y las bajas temperaturas congelan hasta las fuentes que los abastecen de agua. Todo cambia cuando el sol veraniego asoma por entre los tesos e ilumina y calienta su seca tierra. Es entonces cuando todos los que tienen alguna raíz en ese lugar escapan en tropel hacia él y lo llenan de bullicio, risas y fiesta (que para eso están de vacaciones), se van abandonando los excesivos calores de la cercana ciudad de Zaragoza en la que la mayor parte pasa todo el año.


Desde hace 11 años visito con frecuencia dicho pueblo y lo que más me sorprende es que no se trata de un grupo de vecinos que conviven simplemente por la proximidad de su pequeña piña de casas, sino que son una gran familia (al margen de la consanguinidad) que comparte todas las horas del día; bien sea en la calle, en la iglesia o en el bar municipal (pues pocas cosas más se pueden hacer). Además, ellos abren sus puertas a todo el mundo, ya sean paisanos o foráneos; y dado que viven en plena y constante comunidad siempre tienen algo que celebrar: un santo, un cumpleaños, un examen, un aniversario o, simplemente matar el tiempo jugando una partida de guiñote o degustando un café o un chocolate con la buena repostería de la anfitriona de la casa.


Pues bien, este pueblo es noticia para mí, ya que se trata de un ejemplo de lo que debería ser este país, donde la crisis, la corrupción y el desamparo de las instituciones nos tocan a todos en mayor o menor medida. Retascón, que así se llama, goza de superávit en las arcas municipales ¿Milagro? Tal vez. Sin embargo deberían algunos preguntarle a su alcalde cómo lo hace. Un ayuntamiento que no pertenece a ninguno de los grandes partidos políticos que son los que tienen potestad para manejar el cotarro, sino que pertenece a un partido regionalista, para el que, supuestamente, deberían estar limitadas las subvenciones y ayudas estatales, ha conseguido sanear y aumentar sus arcas considerablemente, a modo de ejemplo único, a base únicamente de esfuerzo, dedicación y colaboración de todos. Continuamente está realizando obras nuevas en beneficio de la comunidad: pavimentación, alcantarillado, restauración de su patrimonio histórico, jardines, gimnasio, viviendas municipales; incluso ahora está pensando en instalar una piscina que les alivie de las altas temperaturas estivales, además del cierre de su frontón o pabellón para poder disponer de una amplia instalación cubierta que permita a todos los vecinos y forasteros festejar cualquier celebración.


¿Cómo lo hace Armando (así se llama el alcalde)? Pues sencillamente gestionando con sensatez y honradez; dos conceptos que parecen estar borrados del código deontológico de la mayoría de los políticos. Si el resto de gobernantes actuaran como él, no necesitaríamos mucho más para hacer que este país comenzara a caminar con paso firme.


¡Señores gobernantes, pidan audiencia al Sr. Alcalde de Retascón para que les indique el camino a seguir de cómo se gestiona un ayuntamiento con éxito!



Nota: Si no encuentran este pueblo en el mapa, por favor, pregúntenmelo, estaré encantada de informarles.

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