¡Qué veranito! ¡Qué año! ¡Qué
situación la que hemos vivido y seguimos viviendo en este país! Al gravísimo
problema económico en el que estamos, en manos de la Merkel and company, hay que añadir el desastre
natural sufrido por causa de los numerosos incendios que han sido provocados
por desalmados y que supone la pérdida de más de 181.000 hectáreas
(se dice pronto) de nuestro país, devastadas por las llamas, además de las
muertes (lo peor de todo) y pérdidas
materiales ocasionadas por los mismos.
En este ambiente, aparecen
monstruos como el de la finca de “Las Quemadillas” que acentúan la angustia
general de los españoles. ¿Qué puede llevar a un padre a cometer tan macabro
infanticidio? ¿Es que la gente se está volviendo loca? ¿Es que está envenenada?
¿Es que la situación está llevando a las personas a cometer actos jamás
pensados por una mente humana? Pienso que todos los males de esta sociedad
tendrían una solución si nos dedicáramos más a educar, para que luego venga el
gobierno e imponga recortes en algo tan esencial como es la educación del
pueblo. ¿En qué piensan estos gobernantes de a cuarto? ¿Cómo podremos salir de la miseria si obligamos a
nuestros jóvenes cualificados y preparados a emigrar a otros países para que se
beneficien otros del bienhacer de nuestros intelectuales, científicos,
investigadores, etc.?
¿Qué futuro nos espera sin personas
que tengan los conocimientos adecuados para tirar
del carro y poner sobre la mesa soluciones?
Tal vez podamos salir, algún día,
del problema económico, pero ¿cuándo se curarán las heridas provocadas en el
corazón de la gente como causa de la desesperación que conlleva el no tener
recurso alguno para vivir? No será nada fácil. ¿Qué hemos hecho los españoles
para merecer esto?
La vida nos tiene que enseñar que sólo
con una educación adecuada, igual para todos, podemos generar en cada uno el
esfuerzo, la dedicación, la voluntad y la paciencia suficiente para poder
superar los retos futuros que nos aguardan. Tenemos un ejemplo claro en
nuestros paralímpicos, que están batiendo récords y colgándose un montón de
medallas.
En conclusión, los aparentemente débiles
son los más fuertes. Ahora somos los últimos de la cola en Europa, débiles
frente a Alemania o Francia, pero la esperanza está en “El que ríe el último,
rie mejor”.
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