El pasado día 15 de mayo me
regalaron uno de los libros que despertaban mi interés desde hace tiempo. Pensé
que podría identificarme con su lectura ya que está basado en una historia rural,
que se desarrolla en cualquier lugar de la España más seca y decrépita, puede ser
cualquier lugar de Castilla o Extremadura, dada la escasa vegetación y la llanura en la
que se mueven los personajes. Sin embargo y aunque al principio me enganchó
sobremanera, poco a poco me fue cansando. El autor se regodea y se vuelve a
regodear en hacer unas descripciones pesadas, llenas de palabras arcaicas que
nadie entiende, ni siquiera los que hemos vivido en ese hábitat. La historia no
avanza nada de nada, tampoco tendría por qué avanzar si eso es lo que pretende
el autor. Solo cuando ya has leído prácticamente todo el libro en las últimas páginas se desencadena toda la acción y como
de un plumazo, remata la historia.
Tengo que decir que aparte de que
me haya gustado o no, eso poco importa, Carrasco tiene una prosa muy lírica,
que a veces alcanza lo sublime, nada que ver con lo que hizo Juan Ramón Jiménez
en “Platero y yo”, pero no está mal. Que me perdone el autor, pero me da la
sensación de que cuando escribió la obra lo hizo de un tirón y después se rodeó
de diccionarios, glosarios, etimologías, etc. Y tras señalar todas las palabras
que le pareció oportuno, empezó a buscar sinónimos para las mismas, palabras
cada vez más rebuscadas que al transcribirlas en su texto sorprendieran al
lector sobremanera.
Si tengo que quedarme con alguna
parte de este libro elegiría la descripción que hace de la insolación del niño,
me parece magistral la forma de escribirla, se me pusieron los pelos de punta
cuando la leí: “/…/Gritos del averno empujan los muros de su cabeza de fuera a
dentro. Nota la vibración en sus sienes membranosas y siente flotar sus ojos en
las órbitas como hielos en un vaso/…/”
Muchos críticos lo han comparado
con Miguel Delibes en esa maestría al describir el paisaje, sin embargo pienso que
ambos escritores no guardan relación alguna. Delibes es un maestro, Carrasco
tiene que enseñarnos todavía muchas cosas, tal vez algún día podamos contar con
él como uno de los clásicos de nuestra literatura, de momento habrá que
esperar. A mí, su obra me parece que está más cerca del culteranismo
de Góngora que del realismo de Delibes.
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