Ha
llegado el momento de renovar la marca de esa pequeña empresa en la que me
muevo desde hace 24 años. Bien, me pongo manos a la obra y para gestionarlo
rápidamente, llamo a la oficina de Patentes y Marcas, por supuesto que solo
pude ponerme en contacto con ellos a través de un número 900, a fin de que
desde el primer momento empiece a tener gastos añadidos, cuando debería ser gratuito.
Me
dicen que si lo hago a través de su
página web me descuentan un 15%. Claro, con los tiempos que corren hasta les
doy las gracias. Ingenua de mí pienso: “No tendré que perder una mañana entera
en horario laboral para desplazarme a la oficina de Patentes y Marcas, que me
queda a desmano, la verdad” “Me descuentan el 15%” “Además podré hacerlo
tranquilamente desde mi ordenador” “¿Qué más puedo pedir?” A todo esto añado
una reflexión: “Para que luego digan que la Admón. no funciona. ¡Es increíble
cómo facilitan la gestión al contribuyente!”
Cuando
mi actividad me lo permite, me pongo delante del ordenador, contenta, y entro en
su web.
1. Renovación de marca
2. Individual
3. Descargar formulario.
¡Fantástico!
Esto va sobre ruedas. Sin embargo la alegría del pobre dura poco y justamente
aquí empieza el calvario. Dicho formulario no está disponible, con un mensaje
en inglés me dicen que necesito la última versión de Adobe Acrobat. Cierro
todas las ventanas que tengo abiertas y actualizo el Adobe. Vuelvo al
formulario y ¡nada! que no se descarga, igual que la primera vez. Lo intento
cientos de veces, pero no hay posibilidad alguna de disponer del maldito
formulario.
Me
pongo en contacto con ellos vía e-mail, porque eso sí, facilitan una dirección
de correo electrónico para cualquier contratiempo. Me contestan al día
siguiente, explicándome que mi mensaje se ha reenviado a la oficina de los técnicos
que pueden echarme una mano. Me comentan que tengo que entrar en la página a
través de Internet Explorer, que no lo haga con Chrome. Bueno, pues vamos allá.
Lo intenté con Explorer, pero sigue dándome el mismo error, el dichoso
formulario no se carga.
Llegado
este punto, empieza a entrarme la desesperación. Vuelvo a escribirle y me dicen
que el formulario tengo que abrirlo con el Adobe. Bien, un paso más –pienso- y
me tranquilizo. Tengo que decir que una de mis cualidades es la paciencia, pero
no veo otra forma de enfrentarse a estos aparatos de los que dependemos.
Lo
abro con el Adobe y lo relleno con todos los datos que me piden, pero no hay
manera de enviarlo ¿Dónde está el enlace de “envío”?. Vuelvo a escribirles
pidiéndoles que me digan cómo puedo enviar el formulario y me envían la “guía
del usuario” para que la lea y me entere de una vez. Y digo yo ¿Por qué no me
la enviaron en el primer mensaje?
Sigo
todos los pasos, relleno mil veces el formulario, pero seguimos igual ¿Qué
puedo hacer?
A
todo esto, me quedan unas horas para que mi suscripción se termine. No me pongo nerviosa sino que ya me subo por
las paredes.
Los
llamo de nuevo por teléfono y me lo solucionan diciendo que entre en la web y
abra la “ventanilla virtual” y siga los pasos que me van indicando. Pero ¿Dónde
está la ventanilla virtual?
Por
fin y ya armada de valor y necesidad por renovar la marca de mi empresa, a base
de echarle tardes enteras a la gestión de la misma, pude enviar el formulario.
¡Ah!
¿Qué cómo lo conseguí? Pues tenía que guardar el formulario en mi disco duro ¿a
quién se le ocurre tal memez? Después volver a entrar en la web de Marcas.
Adjuntar el formulario. Esperar a que me enviaran un código vía e-mail. Seguir
con el tema del pago y finalmente había que darle al botón de “Volver”, no
“finalizar” ¿Cómo pueden ser tan obtusos los que se dedican a estos menesteres
de la informática?
Y
yo me pregunto que esto nos pasa a gente que a pesar de no ser muy duchos en
esto de Internet, al menos tenemos algún conocimiento a nivel usuario. ¿Cómo
podrá renovar la Marca, pongamos por ejemplo sin que nadie se ofenda, el tío
Genaro que regenta una frutería de supervivencia en un pequeño pueblo perdido
de Extremadura?
Señores
administradores del Estado, sean más generosos con quienes contribuimos a que
se lleven en crudo los supersalarios de que disfrutan mensualmente.
Son ganas de rizar el rizo. ¡En fin, vivir
para ver!
1 comentarios:
Soy testigo de todo esto. ¡
¡Tremenda pesadilla!
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